miércoles, 1 de mayo de 2013

Notas sobre Tito (Héctor García). El titiritero más famoso.



Está dividido entre dos amores: los títeres y el teatro.

Decidió quedarse con los dos.

Es como un  Gepetto joven o un maestro Cereza pero a escala superproducción.

Tiene más de 60 años pero luce como un párvulo grandote que acaba de ratearse de la escuela. Sonríe mucho y se alegra de recibir visitas.

De manera artesanal, además de realizar los  títeres  y marionetas para los espectáculos de su compañía, construye escenografías gigantes, vestuarios y muñecos para  la TV y para grandes empresas. (En su haber hay de todo, hasta construcciones de carrozas de carnaval). 

En el país, es uno de los pocos, que tiene experiencia, herramientas y sobre todo  pasión,  para realizar este tipo de trabajos; cuenta además con  un grupo de gente que lo acompaña desde  hace muchos años.

Se caracteriza por hacer títeres gigantes y montar grandes espectáculos para cientos y cientos de personas.  

Lleva en  la piel  más de 11.000 funciones.

El taller de Tito tiene el encanto de las grandes fábricas de juguetes que suelen aparecer en las películas de  Santa Claus pero en un clima paraguayo de alegría distendida, amor por el trabajo y mucho tereré. 

La infancia de Tito

A los ocho años vio títeres por primera vez y se hipnotizó.Descubrió el secreto de la magia  espiando atrás del retablo y lo hizo suyo.
Con el teatro tuvo la misma fascinación,pero como tartamudeaba, nunca lo eligieron para actuar.
A la familia de Tito no le gustaban los teatreros ni los titiriteros, pero como tenía una abuela incondicional, juntos armaron espectáculos de títeres y lo disfrutaron a lo grande. 

Los años mozos…


En su juventud, estudió  pantomima  y teatro en una escuela de artística en Chile y al mismo tiempo siguió desarrollando el trabajo con títeres.

Un encuentro con unas titiriteras peruanas lo puso en la pista de las marionetas. Las llevó a vivir a su casa durante seis meses  y aprendió lo suficiente como para salir a escena con un espectáculo. Cuando ellas volvieron a Lima, él las siguió.





En el 66 regresó a Chile y fundó su propia compañía de marionetas con las que recorrió todo el país con mucho éxito.

Después lo conquistó  la televisión chilena con programas que fueron entrañables, como  La puerta fantástica, Mi amigo Pipo y Los cuentos de Pitín.

Cuando pensó que allí iba a quedarse, el destino le trazó  otros planes y un ministro  Boliviano  lo invitó al país con un contrato muy interesante.

Veinticinco días se convirtieron en casi tres años, hasta que un cambio de gobierno en Bolivia  le marcó un nuevo destino: Brasil. Allí, también tuvieron mucho éxito.

Con el tiempo, las ganas y la preocupación por volver a Chile  se  hicieron cada vez más urgentes,  no tenía las acreditaciones necesarias para salir del país y cargaba con más  de 500 kilos de equipaje.

Una nueva línea área paraguaya y una persona con influencias,  desviarían nuevamente  los caminos de regreso que Tito se había trazado. Le ofrecieron volver a Chile con equipaje incluido, si aceptaba hacer escala en Asunción y poner el espectáculo en escena por unos días.

Aceptó, y Paraguay lo recibió con bombos y platillos, canal 9 les ofreció publicidad gratuita  a cambio de unos programas y el teatro municipal le abrió las  puertas durante 26 días.

Luego vinieron más y más contrataciones en todo el país y en la televisión.

Y no paró nunca. De aquello,  hace  34 años.
 

 















Los niños:

Los adora pero los prefiere en la platea y no dando vueltas por su casa.
En sus espectáculos juega con naturalidad las tensiones que existen entre  chicos y grandes. Lo muestra como en un gran espejo.    Basta con observar  al El mago Zan Zan.O a la caperucita roja.

Las historias:

Escribe sus propios guiones o los adapta.

Adora poner patas para arriba los  cuentos clásicos.

Ironiza  las historias oficiales, como en  la obra Historieta de la Historia .




Los sueños cumplidos:

Su abuela pasó con él los últimos años de su vida y fue su espectadora más crítica y más fiel.


Los sueños por venir:

Abrir una de  escuela de Teatro y Títeres y enseñar.


La anécdota más bonita

En un festival en Brasil, el espectáculo lo cerraba Carmelito, un niño  muy tímido que  no se animaba a salir a escena y se escondía detrás de las piernas del titiritero.

El titiritero lo animó, hasta que cantó, bailó y se ganó la confianza de todos.

Y fue en el silencio final,  allí donde se borran los umbrales,

 que una niña de tres años, totalmente hipnotizada,

 subió a oscuras al escenario para abrazar al muñeco.

De todo lo que el titiritero supo esa vez  y que contó,  

es  que a los títeres, de cuando en cuando, también se les eriza la piel.



 


Entrevista realizada por Noelia Buttice, para Kunuu Títeres y Primer Encuentro Titiritezco del Mercosur Koreco Gua.

Fotos de archivo: Tito García y Noelia Buttice.