Está dividido entre dos amores: los títeres y el teatro.
Decidió quedarse con los dos.
Es como un Gepetto
joven o un maestro Cereza pero a escala superproducción.
Tiene más de 60 años pero luce como un párvulo grandote que acaba de ratearse de la escuela. Sonríe mucho y se alegra de recibir visitas.
De manera artesanal, además de realizar los títeres
y marionetas para los espectáculos de su compañía, construye escenografías
gigantes, vestuarios y muñecos para la
TV y para grandes empresas. (En su haber hay de todo, hasta construcciones de
carrozas de carnaval).
En el país, es uno de los pocos, que tiene experiencia,
herramientas y sobre todo pasión,
para realizar este tipo de trabajos; cuenta además con un grupo de
gente que lo acompaña desde hace muchos
años.
Se caracteriza por hacer títeres gigantes y montar grandes
espectáculos para cientos y cientos de personas.
Lleva en la
piel más de 11.000 funciones.
El taller de Tito tiene
el encanto de las grandes fábricas de juguetes que suelen aparecer en las
películas de Santa Claus pero en un
clima paraguayo de alegría distendida, amor por el trabajo y mucho tereré.
A los ocho años vio títeres por primera vez y se hipnotizó.Descubrió el secreto de la magia
espiando atrás del retablo y lo hizo suyo.
Con el teatro tuvo la misma fascinación,pero como tartamudeaba, nunca lo eligieron para
actuar.
A la familia de Tito no le
gustaban los teatreros ni los titiriteros, pero como tenía una abuela
incondicional, juntos armaron espectáculos
de títeres y lo disfrutaron a lo grande.
Los años mozos…
En su juventud, estudió pantomima
y teatro en una escuela de artística en Chile y al mismo tiempo siguió
desarrollando el trabajo con títeres.
Un encuentro con unas titiriteras peruanas lo
puso en la pista de las marionetas. Las
llevó a vivir a su casa durante seis meses
y aprendió lo suficiente como para salir a escena con un espectáculo.
Cuando ellas volvieron a Lima, él las siguió.
En el 66 regresó a Chile y fundó su
propia compañía de marionetas con las que recorrió todo el país con mucho
éxito.
Después lo conquistó la televisión chilena con programas que
fueron entrañables, como La puerta
fantástica, Mi amigo Pipo y Los cuentos de Pitín.
Cuando pensó que allí iba a
quedarse, el destino le trazó otros
planes y un ministro Boliviano lo invitó al país con un contrato muy
interesante.
Veinticinco días se convirtieron en
casi tres años, hasta que un cambio de gobierno en Bolivia le marcó un nuevo destino: Brasil. Allí, también
tuvieron mucho éxito.
Con el tiempo, las ganas y la
preocupación por volver a Chile se hicieron cada vez más urgentes, no tenía las acreditaciones necesarias para
salir del país y cargaba con más de 500
kilos de equipaje.
Una nueva línea área paraguaya y
una persona con influencias, desviarían
nuevamente los caminos de regreso que
Tito se había trazado. Le ofrecieron volver a Chile con equipaje incluido, si aceptaba hacer escala en Asunción y poner el
espectáculo en escena por unos días.
Aceptó, y Paraguay lo recibió con
bombos y platillos, canal 9 les ofreció
publicidad gratuita a cambio de unos
programas y el teatro municipal le abrió las
puertas durante 26 días.
Luego vinieron más y más contrataciones
en todo el país y en la televisión.
Y no paró nunca. De aquello, hace 34
años.
Los niños:
En sus espectáculos juega con
naturalidad las tensiones que existen entre
chicos y grandes. Lo muestra como en un gran espejo. Basta con observar al El mago Zan Zan.O a la caperucita roja.
Las historias:
Escribe sus propios guiones o los
adapta.
Adora poner patas para arriba los cuentos clásicos.
Ironiza las historias oficiales, como en la obra Historieta de la Historia .
Los sueños cumplidos:
Su abuela pasó con él los últimos
años de su vida y fue su espectadora más crítica y más fiel.
Los sueños por venir:
Abrir una de escuela de Teatro y Títeres y enseñar.
La anécdota más bonita
En un festival en Brasil, el
espectáculo lo cerraba Carmelito, un niño muy tímido que no se animaba a salir a escena y se escondía
detrás de las piernas del titiritero.
El titiritero lo animó, hasta que
cantó, bailó y se ganó la confianza de todos.
Y fue en el silencio final, allí donde se borran los umbrales,
que una niña de tres años, totalmente hipnotizada,
subió a oscuras al escenario para abrazar al
muñeco.
De todo lo que el titiritero supo
esa vez y que contó,
es
que a los títeres, de
cuando en cuando, también se les eriza la piel.
Entrevista realizada por Noelia
Buttice, para Kunuu Títeres y Primer Encuentro Titiritezco del Mercosur Koreco
Gua.
Fotos de archivo: Tito García y Noelia Buttice.
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