viernes, 19 de abril de 2013

Entrevista a Humberto Gulino y Elisa Godoy

Los títeres de Don Policarpo

Humberto la invitó a Elisa a ser titiritera y ella no lo pensó mucho y se puso a coser la tela del retablo. Él tenía ese gusto por los andares y ella le puso ruedas a la casa y después a los biberones. Los caminos de tierra colorada que estaban embrujados de tanto olvido, se enamoraron de ellos y les hicieron un hechizo: a Asunción podrían volver pero solo por un rato, como para visitar algún pariente y hacer un poco de plata. Antes que los pies se limpiaran de la última mota de tierra colorada tendrían que regresar,  o todos los caminos de la ciudad conspirarían para cerrarles el paso, y los títeres, convertidos en títeres zombis, saldrían por las noches de sus valijas, a robarles los sueños por el resto de sus vidas.  

Humberto Gulino
Humberto y Elisa, que eran héroes lúcidos porque no ignoraban que nadie escapa a su destino, aceptaron los designios y anduvieron girando durante más de treinta años, hasta que la luna que de todo es testigo y que sabe del cansancio de andar girando todo el día, les dijo a los caminos: - ¿No les  parece che ra'atos, que es hora de desembrujar a esos dos para  que descansen un poco?

Los caminos, que no eran muy accesibles, se pusieron más colorados que nunca. Pero luego lo pensaron y sintieron que la luna tenía razón y que unas vacaciones sin goce de sueldo, nos les vendría nada mal.

Del desembrujamiento, en cambio, nada se supo.

Ahora los dos están sentados en el patio de su casa, y se turnan para contarme en unos cuantos minutos una vida itinerante, mientras los títeres descansan en el taller. En un rato van a venir, porque saben que hay entrevista y les van a sacar fotos.

 
A
trás parecen haber quedado los paisajes, las noches estrelladas, los caminos indómitos, los niños creciendo, las alegrías y el cansancio. Pero Humberto  sigue siendo un cachivachero profesional que guarda desde un botón hasta una tos, porque “algún día nos puede servir”.  Y Elisa, protesta  pero hace lugar, porque sabe que las formas susurran y que los títeres tienen esa forma extraña de darse a luz. 


Y acá llegó Don Policarpo!

Que se hizo revoque, chapa y pintura, y está churrísimo!

Y que late como tres corazones vagabundos!
 

Nos cuentan:

Elisa: Nuestra primera función fue el 15 de agosto de 1977 en un cumpleaños infantil. Así se iniciaron “Los títeres de Don Policarpo”.
Yo no tenía ninguna experiencia en títeres pero sí en teatro. Comenzamos las funciones prácticamente sin ningún equipo de sonido, teníamos un grabador para poner música pero no teníamos amplificador, así que esforzábamos mucho la voz. El primer teatrino, se desarmaba íntegramente hasta el último tornillo. Con el tiempo sufrió una evolución, que lo hizo más práctico. Posteriormente cuando tuvimos la camioneta, una parte quedaba armada y la otra se montaba y desmontaba para cada función. Todo lo hacíamos Humberto y yo, solos. Luego así como el teatrino, todo fue evolucionando, el sonido y la iluminación también. 

Para nosotros era importante hacer conocer y llevar este arte a todo el país. Nosotros íbamos donde estaba la gente. Y no solo venían los niños. Venían también sus familias. Algunas veían la obra muchas veces, se volvían itinerantes con nosotros y nos seguían de plaza en plaza.

En las plazas llegamos a tener cuatrocientas personas sin grandes publicidades. Esto demandaba un esfuerzo extraordinario. Eran funciones gratuitas para ellos y para nosotros, porque nadie nos pagaba.

Humberto: Anduvimos mucho por todo el interior, actuábamos en las calles, en los  clubes, en las canchas de fútbol, en las canchas de básquet, en las pistas de bailes, en las escuelas y todo lugar que fuera posible.  En esa época no había luz eléctrica. Acoplábamos la batería a un motor. Y a veces la gente, alumbraba el teatrito con sus propias linternas 

Elisa: Además teníamos otros trabajos, yo con la arquitectura y Humberto hacía teatro, películas y comerciales. Costó mucho esfuerzo físico y psíquico, mantener la pareja, la familia y el trabajo. Tuvimos muchos conflictos y cosas que superar. Pero aunque no estuviera escrito, estábamos determinados a que teníamos que hacerlo, a que tenía que ser un éxito (no en el sentido del éxito que se conoce) y que además nuestro trabajo debía perdurar. 

Humberto: No fue tan fácil introducir los títeres en este medio. Trabajar en cumpleaños por ejemplo, era como comercializar el arte, que era un poco el discurso de la época. Pero para nosotros era la oportunidad de llegar a mucha gente y de ganar algo. Tuvimos que aprender a lidiar con la resistencia de los colegas, los míos del teatro, los arquitectos en el caso de Elisa, el mundo de mi padre que era un médico prestigioso. No era fácil ser titiritero. Y no olvidemos que además era la época de Stroessner. Mi padre no sabía que decir cuando le preguntaban: -¿tu hijo qué anda haciendo? Imagínate yo poniéndome malla de bailarín, pintándome la cara y saliendo al escenario, o poniéndome un muñeco en la mano. 
Elisa: Yo creo que los títeres fueron un puente, un proyecto de vida en común. Era algo que Humberto y yo podíamos hacer juntos, sin depender de otra gente. 

Humberto y la  Argentina.

Humberto: En el 66 me fui a Buenos Aires. Iba a continuar mi carrera de arquitectura, pero vino el golpe de Onganía y se cerró la facultad. Continué con el teatro y decidí quedarme. Le escribí a mi papá contándole que me iba a quedar porque me gustaba la pizza y la coca cola. En el 67 en una biblioteca de la Plata vi a un grupo de títeres de guante por primera vez en vivo. Ese mismo año conocí a un muchacho de Corrientes, Omar Olmedo, que me propuso hacer títeres y me introdujo en el arte de la realización. Con él recorrí muchísimo y me incluí en un grupo de titiriteros, donde estaban Roberto Blanco, Pepe Ruíz, Luis Ollín, Javier Villafañe  entre otros que ya no recuerdo. De alguna manera trabajábamos todos juntos.
En el 74 hice una gira muy grande por Argentina siempre con los títeres pero luego se vino la persecución, los falcon sin chapa, los tipos con los anteojos oscuros y en marzo del 75 volví a Asunción. Entonces  la conocí a Elisa y nos enamoramos, y después  nos casamos y después nos peleamos y después seguimos enamorados…
 


Elisa: Y seguimos peleando!  

Humberto: Y claro, es parte de la vida cotidiana, pero en general nos apoyamos mucho.

Nuestro presentador  se llama Policarpo. Nace de alguna manera, de un personaje que yo hacía en pantomima con Omar, y que se llamaba Policarpo Sal si puedes. Como no iba a conseguir continuar con ese personaje en Paraguay lo rescaté con los títeres. Don Policarpo tiene más de 35 años. Hay otros que tienen 45 años, están hechos con globito de agua o con mate,  que es lo que se usaba mucho en esa época. Nuestras obras de repertorio siempre han sido clásicas, del Dr Fleytas, Javier Villafañe y Roberto Javier Espina, obras todas que dicen lo que nosotros queremos, y con mucha calidad. No dicen, hay que limpiar la casa, tirar la basura…La obra el caballero de la mano de fuego, que vamos a presentar en el Encuentro Koreco Guá, está escrita en un romance maravilloso, y la gente adulta se queda con la boca abierta y los chicos disfrutan de una manera increíble. Entonces la educación es transversal. Y son éstos los títeres que queremos hacer, los  títeres de guiñol, de la plaza, de las calles.
Desde el momento en que se habla de títeres es porque se es capaz de dar vida a un personaje, entonces es patético, dramático, es grotesco, es un poco la máscara que usa el ser humano, que usó siempre para comunicar cosas, para salirse de su propio bloqueo.
Con los títeres, uno puede decir barbaridades, porque es el títere el que las está diciendo.
Hay una simbiosis entre el actor y el objeto títere que hace que se transforme en un juego fántastico, inexplicable.
Con el títere hay que jugar, hay que divertirse, el títere es lúdico.
Llega un momento en que el actor se ve invadido por ese objeto y cuando el actor llega a eso, ahí empieza a ser titiritero. 

Anécdotas inolvidables:

Humberto: Una vez se nos cayó el teatro de la camioneta, totalmente armado, y no nos dimos cuenta hasta la siguiente función. Sacamos una solicitada en un diario y después de tres meses, un señor que leyó el aviso, que lo había recogido (y que no sabía que era), nos los trajo hasta Asunción. 

Elisa: Éramos muy  perseverantes, por ejemplo durante 20 años ofrecimos la función a una escuela que nos dijo que no. Y a la número veintiuno fuimos y nos dijeron que sí. ¿Y qué pasó? ¡Cambiaron a la directora!

Humberto:   En una obra de nuestro repertorio, para marcar el paso del tiempo, primero aparece el sol, y luego aparece la luna  en cuarto creciente.  Siempre los niños, acompañaron la aparición de uno y otro con exclamaciones:¡Ahí está el sol! -¡Mirá sale la luna!.
Esto siempre fue así, pero a partir del 2000 aproximadamente cada vez que salía la luna, los chicos comenzaban a decir: - Mirá la foca. -No, no, ¡es un tiburón!, -No, es una pelota y a las perdidas, decían que era  la luna.  ¡Y la luna era la misma que hacía 20 años! Antes era cotidiano salir a mirar el cielo, la luna, las estrellas. Ahora hay un encandilamiento, la gente está ¡ más encerrada, entre las computadoras y las pantallas. Yo supongo que debe ser eso. Ya no miramos el cielo. 

Las proyecciones

Humberto: La verdad es que yo disfruto con lo que hago, y voy a hacerlo hasta el final. 

Elisa: Lo importante no es lo que se haya hecho, lo importante es que quede una estela, que esto siga, aunque luego se olviden de quiénes fuimos nosotros. 
Elisa Godoy



Entrevista realizada por

Noelia Buttice, para Kunu´u Títeres
en el marco del 1er Encuentro titiritezco del Mercosur en Asunción Koreko Gua!

Nota: Todas las cursivas son de Humberto y Elisa.

Fotos: archivo de Humberto y Elisa. Actuales: Noelia Buttice. 

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